Thursday, November 8, 2007

EL ABRAZO PENDIENTE


Eric Harris Y Dylan Klebold en medio de la masacre de Columbine.



Cuando suena el timbre que da por terminada la jornada escolar y las aulas y pasillos se van desocupando para dar paso a un silencio poco común en una secundaria, usualmente siempre queda un salón parecido a una correcional juvenil donde pequeños delincuentes escolares que han incurrido en alguna falta contra la escuela o alguno de sus miembros tienen que cumplir con un cierto número de horas extra ya sea reflexionando sobre el mal que le han hecho a la institución o haciendo trabajos varios que les permita de alguna forma ganar en humildad y pagar su deuda a la sociedad estudiantil. Esta pequeña correcional que sirve de entrenamiento para una cárcel verdadera se llama "detention" y es una práctica institucionalizada en todos los colegios gringos.

Y desde el viernes pasado una alumna más ha sido puesta a disposición de las autoridades escolares para que cumpla su castigo y aprenda la lección. Megan Coulter, estudiante de 8vo grado de una secundaria media de Mascoutah, un pueblo en Illinios (E.U) deberá pagar una condena de 2 dias y ser una "presa" más entre la cantidad de vándalos y crápulas que han destruido propiedad escolar, irrespetado profesores y matoneado a alumnos flacos y escuálidos para quitarles la plata.


¿La razón? Al final de una jornada de viernes, y viendo que el lunes era puente y que no iba a ver a sus amigas sino hasta el martes, Megan abrazó a un par de ellas para despedirse por el fin de semana, y en un ataque de efusividad, algo común en ella, añadió al final de cada abrazo pequeñas palmadas en la espalda como símbolo de sinceridad. "Es algo instintivo en mi" dijo Megan. "la amistad me pone feliz y cuando estoy asi me dan ganas de abrazar a la gente". El rector, que justamente salía de las instalaciones con un café en la mano cuando presenció el abrupto se escandalizó de tal manera que, indignado, la sancionó con un dia de "detention" por cada abrazo dado, no sin antes quemarse y chorriarse la camisa y el pantalón con el café hirviendo.

"las demostraciones públicas de afecto no deben ocurrir en el campus del colegio en ningun momento. Son de mal gusto, reflejan falta de sensatez y perjudican la imagen de la institución" dijo el rector, que defendió su posición argumentando que la medida está contenida en el manual de conviviencia del colegio y que los alumnos ya deberían conocerla.

"Nos parece un castigo ridículo, pero le dijimos a Megan que lo cumpliera sin protestar, no queremos que se meta en más problemas", dijeron los padres de la niña, preocupados y sobre todo, extrañados. "El rector del colegio tiene razón" -reiteró categoricamente el Gobernador de Illinois- "la norma ya es conocida y los alumnos deben seguirla. Preferimos que los estudiantes no se demuestren ninguna clase de afecto entre ellos en horario escolar en ninguna institución educativa del estado de Illinois".



Al otro lado del mundo, en Finlandia, un estudiante de secundaria de 18 años de edad estaba sentado en la mesa cenando con sus padres y hermanos. El silencio absoluto reinaba imperante en el ambiente, mientras él miraba fija y perdidamente a la nada y sin siquiera probar bocado. Estaba absorto, lejano, ído en sus propios pensamientos, demasiado ya como para inmutarse del silencio del comedor, de que todos estaban igual de ausentes.

Se excusó, retiró intacto el plato y sin cruzar mirada con nadie subió rápido a su cuarto. Prendió el computador y se sumergió en su mundo virtual, donde tenía 20 mil amigos en messenger pero no hablaba con ninguno en especial, acceso a todo tipo de información y una cámara conectada que le servía de descarga emocional, de psicólogo, de confesionario de reality.

A pesar de estar rodeado de gente se sentía completamente solo y siempre estaba molesto, frustrado, de mal humor, sin saber a ciencia cierta la razón. Era cada vez mayor la distancia que lo separaba de los demás y tampoco sabía desde hace cuanto los consideraba inferiores, mediocres, inútiles aletargados y dormidos que siguen al rebaño sin tener ideales propios. Lo que sí sabia es que eran culpables, de los males del mundo y de los propios y que debían pagar por ello; de pronto asi eliminaba el resentimiento y la sensación de ahogo y de no tener salida que experimentaba todos los dias de su vida. Ya ni se detenía a pensar en familia o amigos, y aunque lo último que cruzaba su mente era cualquier sentimientos de amor o afecto, en el fondo del alma sabía que le vendría bien un abrazo. Pero la ira era más grande que cualquier otra cosa, así que prendió su cámara y con la rabia en el corazón grabó el mensaje que serviría de antesala a la muerte de 9 personas.


En una realidad en la que cada vez son más frecuentes los casos de jóvenes que como un grito de ayuda por los niveles de soledad, alineamiento y desconección que experimentan frente a ellos mismos y a los demás cometen masacres sangrientas, para después en un acto de cobardía quitarse la propia vida no sin antes dejar un registro visual de su "hazaña" para obtener el reconocimiento que nunca tuvieron cuando estaban vivos, resulta por lo menos contradictorio que las reglas a las cuales los estudiantes deben ceñirse los obliguen a extinguir en ellos la más mínima intención de demostrar afecto porque simboliza falta de sensatez e irrespeto frente a la institución y es mal visto por los demás. Si se tiene en cuenta el profundo desprecio que los asesinos juveniles sentían frente a sus compañeros hasta llegar al punto de verlos como enemigos naturales que debían ser aniquilados a toda costa, digamos que un simple abrazo a una compañera lejos de ser un problema es en realidad el primer paso hacia la solución. Pero entonces cómo se le explica al verdugo de hoy, al que tiene una metralleta y está dispuesto a usarla contra el que sea, que son las mismas instituciones de la sociedad con sus reglas arbitrarias y absurdas las que contribuyen a estimular la alineación y la separación entre las personas? ¿que la indeferencia se enseña y se aprende? ¿que ese día en el que nadie lo saludo no era nada personal, sino que todos estaban condicionados ya, como el perro de Pavlov para no hacerlo?


Por lo pronto Megan aprendió la lección. Demostrar afecto no es correcto, y si tiene muchas ganas de dar un abrazo es mejor resignarse y hacerlo en la privacidad de un espacio cerrado y con pocas personas alrededor, lo más lejos posible de ese ser humano que de verdad pueda llegar a necesitarlo.



Megan recibiendo un gran abrazo de su familia.

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